Comentarios de manué Reyes

Hace unos minutos me han pedido que escribiera una breve nota sobre Gaze to Gaze, muestra fotográfica que se expondrá en la galería Weber-Lutgen de Sevilla a primeros de año y me cuesta porque sé narrar con imágenes pero no tengo práctica en hacerlo con palabras. Tanto que resulta difícil comenzar y me lanzo al precipicio partiendo de una frase, naciendo desde una idea.

Me ves, luego existo.

Mi abuelo falleció cuando mi capacidad para conservar recuerdos a largo plazo era prácticamente inexistente, pero perduran sombras en lo que podría simplemente pertenecer a mi imaginario, que me narra cómo me di cuenta de que yo no sólo era mis manos, mis pies o lo que percibía mediante otras percepciones sensoriales, auditivas, olfativas y táctiles con las que todos comenzamos nuestro aprendizaje en eso de “El Vivir”.

Esa mañana, en la que un frío sol semiprimaveral iluminaba la habitación donde estaba el espejo de un ropero, reconocí a mi abuelo reflejado mientras hacía una de las cosas que más le gustaba hacer, colocarme sobre sus hombros. Junto al rostro de mi abuelo encontré otro que me miraba fijamente.

No sé si puedo recordar, o quiero hacerlo, que miré a quien me miraba mientras me mostraba exactamente lo que yo sentía, sorpresa y curiosidad. Casi en seguida nos hicimos amigos y cuando le sonreí, mostrándole mi dentadura incompleta e incipiente, me devolvió una sonrisa. Antes de saber pronunciar esas palabras entendí lo que significaba el biunívoco valor de la mirada.

Años más tarde comencé a fotografiar sin ningún motivo justificable, más que obtener el placer que me producía… hacer fotos y compartir, gracias a ellas, mi memoria. No sé qué me produce más placer, como tampoco sé decidir cuál de las dos cosas necesito más.

Y en todo este transcurso de años la imagen de aquella persona de la que me hice amigo me persigue, no sin cierta y absurda frustración porque no pude fotografiarla para mostrarla ahora en vez de andar desparramando palabras que nunca contarán lo que realmente viví.

No puedo hacer siquiera un cálculo aproximado de cuántas fotografías habré disparado en mi vida, pero lo que sí puedo afirmar con certeza absoluta es que todas cuentan lo que en cada momento viví, hablando mi vida o entrando en la de otros. Capturar los ambientes, las escenas, las composiciones; la alegría y el dolor, la risa y el llanto, el amor y la desesperación, la ternura y el odio; las expresiones, los sentimientos, las miradas.

Miradas enmarcadas en un escenario que cuenta lo vivido y lo desconocido. Miradas que centran mi atención, porque me muestran a aquel amigo que hice cuando mi abuelo me lo mostró, sin saberlo, dejándome ver mi reflejo en el espejo. Miradas que muestran lo que ven, miradas que me miran.

En esta muestra he querido compartir esa sensación que viví hace casi cincuenta años y que revivo cada vez que retrato a alguien. Para hacerlo he renunciado cada vez que he apretado el disparador de la cámara a ser el “autor” y ese papel lo he dejado en las manos de quien quiso ser retratado y en los ojos de quienes las vean. Personalmente he recibido comentarios previos, incluso escritos, en los que me dicen que ven más de lo que yo quise contar, si es así, lo tomo como un valor añadido.

Sólo me queda dar las gracias a cuantos decidieron regalarme un minuto de sus vidas y a quienes quieran disfrutarlos en esta exposición.

manué Reyes

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